viernes, 24 de abril de 2009

Desalojar y aleccionar - Por Federico Desántolo

Reproducimos la nota publicada en el Diario el Atlántico días después de la represión. Quién la firma es uno de los periodista detenido durante el desalojo. Una nota muy representativa de cómo vemos lo que pasó y que es expresión, además, de la valentía de muchos comunicadores que están dando lecciones de profesionalismo y compromiso, en estos tiempos en que todo parece comprarse y venderse, sobre todo en los medios...

OPINIÓN

Desalojar y aleccionar

Por Federico Desántolo

La objetividad no existe. Nada es objetivo. Los relatos no son objetivos porque las personas no lo somos. Cada cosa que hacemos y decimos está mediada e influenciada por lo que somos. La objetividad en tanto pretensión de verdad es una búsqueda constante. Relatar de la manera más objetiva posible, es relatar la realidad lo más “veraz” posible.

Las 54 familias que ocuparon las viviendas del Plan Dignidad -abandonadas por el propio Estado-, pudieron en menos de tres meses organizarse como comunidad. En asamblea se decidió el horario en el que se podía escuchar música sin molestar al resto de los vecinos. En asamblea se conformaron los grupos a cargo de la limpieza del predio y el torneo de fútbol de los domingos.

La red de apoyo a la asamblea de los Sin Techo conformado por agrupaciones estudiantiles y sociales trabajó a la par de los vecinos. Por primera vez esas familias tuvieron lo que el Estado nunca les dio. Durante tres meses, los chicos recibieron apoyo escolar y alfabetización. Los adolescentes y mayores tuvieron clases de educación sexual y salud reproductiva. Se crearon talleres de teatro y de artes plásticas. Para mucha gente esto está mal: “no se puede ocupar la casa de otra persona”. Esas viviendas no tenían dueño. Estaban abandonadas por el propio Estado que las comenzó a construir en el 2004.

Una de las estrategias del gobierno comunal fue enfrentar a los vecinos de la villa de Paso con los ocupantes de las viviendas del barrio El Martillo. El plan fracasó. Mientras tanto, la organización de las familias crecía y esas casas abandonadas comenzaban a ser sus hogares.

Otra instancia de negociación. El Municipio ofreció desratizar y desmalezar el terreno infecto donde muchas de esas personas vivían. El gobierno comunal pretendía obtener una solución a cambio de cumplir con su obligación. Una nueva negociación fallida. La organización de los vecinos funcionaba a pesar de las dificultades.

El gobierno, incapaz de encontrar una solución política, judicializó la protesta. La ocupación de las viviendas abandonadas no debía prosperar en una ciudad que tiene un grave problema habitacional. La organización de los vecinos no podía sentar un precedente. Había que desalojar y aleccionar. Tomar el control de las casas y dejar un mensaje claro: ni se les ocurra hacerlo de nuevo. En Mar del Plata, una ciudad turística donde hay marplatenses que no conocen el mar, no se puede ocupar viviendas.

El desalojo ya tenía fecha: el viernes a las 10. Horas antes, los gobiernos provincial y comunal parodiaron ante las cámaras una propuesta que nunca se formalizó. Mientras el abogado Juan Pablo Gelemur, representante de las familias Sin Techo, era llamado a parlamentar en terreno neutral con las autoridades judiciales y gubernamentales, más de 250 policías se desplazaban en la entrada del predio. Para un “desalojo pacífico” se armó un operativo comparable con el despliegue de fuerza utilizado en la IV Cumbre de las Américas.

Desde la mañana del viernes quedó evidenciada la intención del gobierno de no llegar a una solución. Gelemur solicitó una y mil veces la propuesta formal de lo anunciado el día anterior pero nadie escuchó el reclamo. Los funcionarios comunales que habían participado de las negociaciones durante tres meses desaparecieron de escena el día de definición. La firma que faltaba para avalar “el desalojo y la lección” la puso una ignota funcionaria de segunda línea. Alejandra Patuto, responsable de la Subsecretaría de la Mujer, hizo lo que le ordenaron. La fiscal Graciela Trill ya tenía lo que necesitaba. Caminó sin escuchar el reclamo del abogado de los Sin Techo, ordenó al jefe del operativo que proceda al desalojo y escapó custodiada y a gran velocidad a bordo de un patrullero.

La hora del Lobo

Con el visto bueno de la fiscal, la situación quedó bajo el control de la policía. El jefe del operativo, Norberto Osvaldo Castelli y su lugarteniente Gustavo Salvá fueron los encargados de dirigir la represión.

El fiscal Pablo Cistoldi nunca logró controlar la situación y el pedido desesperado de algunos integrantes del grupo de apoyo a los Sin Techo no pudo evitar el accionar policial. Con luz verde y el respaldo político necesario realizaron el trabajo sucio: una represión desmedida que no cesó una vez que las casas fueron desalojadas. La cacería continuó. Vecinos, vecinas, estudiantes, periodistas y fotógrafos fueron detenidos. El abogado Juan Gelemur fue arrestado por personal de civil delante de las cámaras de televisión. El fotógrafo de la agrupación HIJOS cayó en manos de dos hombres sin ninguna identificación. Había que hacer todo lo posible para que nunca más se repita tamaño conflicto. Después del viernes nadie debía reclamar por sus derechos básicos.

Sólo lograron una parte de su objetivo. Los gobiernos comunal y provincial con la anuencia de algunos representantes de la justicia dejaron a 54 familias en la calle y tomaron el control de las casas que habían abandonado años atrás. Les falló la lección. Mientras festejaban el desalojo y se felicitaban por el éxito del operativo, las familias volvían a reagruparse porque tres meses les bastaron para saber que la unión hace a la fuerza y que nadie se salva solo. Como pudieron se acomodaron en el centro cultural América Libre. Ese mismo viernes, con la bronca que genera la impotencia, con el dolor a flor de piel y con la angustia de la incertidumbre se realizó una asamblea para determinar los pasos a seguir. La lucha es larga y ellos lo saben mejor que todos ustedes.

Les falló la lección. Organizaciones sociales, estudiantiles y organismos de derechos humanos se juntaron en la comisaría cuarta para pedir por la libertad de los 25 detenidos durante la represión. Allí se mantuvieron firmes hasta que salió el último.

“La dignidad no se desaloja” reza una bandera que intentaron romper, acallar enterrar. Un intendente que no deja de decir que “sí” desde que asumió; ni la versión edulcorada de Fernando Gauna, ni la cobardía de la doctora Graciela Trill, ni la obediencia debida y el salvajismo de los Castelli y Salvá pondrán en caja un reclamo genuino. Ariel Fichera, docente detenido durante el desalojo, no dejó de enrostrarle a cada policía de la comisaría cuarta que la represión había dejado 54 familias en la calle. Ninguno de los presos dejó de reírse, de insultarlos, de culparlos. Lo que creen haber matado ese viernes está más vivo que nunca. Abran las ventanas de sus oficinas y escuchen el reclamo en la calle.

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